viernes, 8 de septiembre de 2017

FANTASMAS DEL MATERIALISMO




FANTASMAS DEL MATERIALISMO
Ana Azanza por la traducción
Dedicada a don José Biedma, compañero de tareas
pedagógicas, filosóficas y formativas

LOS FALLOS DEL MATERIALISMO
De Conor Cunningham “Darwin’s pious idea”

Cuanto más profundamente examinamos la naturaleza de la
materia parece ser más elusiva, misteriosa y matemática.


El materialismo se equivoca, dice Cunningham. Bueno, es una posición intelectual que tiene su coherencia, y creo que en las frases críticas que le dedica se puede observar dicha coherencia.

El materialismo cuanto  más representa equivocadamente la materia como si se tratara del último fantasma de Lady Macbeth, más se ve obsesionado por el fantasma de lo que pretende destruir, a
saber, lo material.

En muchos cafés parisinos de moda en aquellos años y en otros tantas aulas universitarias del mundo anglosajón había un rumor creciente, susurrado como de si una conspiración se tratara sólo existe la materia. Como si se tratara de un cuento de miedo al estilo de los hermanos Grimm, podemos disfrutar y temer por igual la conspiración materialista. Disfrutarla, porque se supone que es radical, incluso emancipadora, tanto materialismo podrá hacer temblar los cimientos de cualquier iglesia y burlarse definitivamente de las religiones, ¿cómo seguir adherido a una religión frente al  materialismo?

¿Dónde localizar el alma o la mente? Todas nuestras pretensiones culturales patinan sobre una delgadísima capa de hielo. El amor, la poesía, la literatura, la amistad… no son más que fachada tras la cual está la verdad, la verdad de cada uno de nosotros y la verdad de todo, le réel se esconde detrás de cada rostro, ya sea el del vecino o el del más lejano extranjero.
 Resultado de imagen de darwins pious idea

Como dijo Jacques Lacan: “qué vemos aquí, estos huesos cubiertos de una membrana blanquecina es una visión horrorosa, un descubrimiento de cosas que nunca vemos, nuestra carne, la base de las cosas, el otro lado de la cabeza, de la cara, la carne de donde procede toda exudación, el verdadero corazón del misterio, informe, espectro de ansiedad, la revelación final es que tú eres eso. Eso que está tan lejos de ti y que no tiene forma”.

Sin un punto sólido de referencia (un sí mismo o un alma definida), el hombre material desorientado da tumbos entre las paredes de su propia casa, es como si su propio cuerpo y su propia vida  fueran la casa de otro. Lo que una vez era familiar parece extraño, raro, incluso amenazador. Sigmund Freud lo llama lo Umheimlich, que significa monstruoso y juega con la etimología de Heim, hogar, con la partícula negativa um, lo inquietante, desasosegante, intranquilizador.

Al parecer nos empeñamos en no querer saber lo que hay detrás de ese frágil velo que es nuestra piel al que llamamos rostro, nos avergonzamos de ello igual que de nuestras heces, y por ello lo primero que hacemos antes de que lleguen las visitas es limpiar el cuarto de baño, asegurándonos de que
nuestro enamorado no vea nada de lo que vamos dejando por ahí, por miedo a que revele nuestra verdad: que somos lo mismo que defecamos. Además, piensa en esa persona que te gusta, distante, misteriosa, desconocida. Por eso precisamente deseas a esa persona, porque no la conoces, esto es, porque no estás casado con ella, si lo estuvieras verías su humanidad, es decir su animalidad y entonces tu deseo se desharía como una pompa en el aire dejando sólo algo material.

Este es quizás el significado de la extraña afirmación lacaniana il n’y a pas de rapport sexuel. En otras palabras sólo podemos desear lo que no conocemos, porque si lo conociéramos el deseo se evaporaría. Esto quiere decir que en el fondo no podemos desear nada ni a nadie. Todo deseo es por ello una mentira basada en la méconnaissance, en el desconocimiento.
 Resultado de imagen de magritte man mirror

Según los heraldos del materialismo nuestra situación es como la del hombre en el cuadro de Magritte que está mirándose en el espejo y sólo ve lo que parece ser la parte de atrás de su propia cabeza porque la verdad es que la cara es puramente material. La cara como una especie de lugar
icónico es una ficción generada no por lo real sino por el juego nominal del lenguaje. Ya que es el lenguaje el engañador, él nos hace creer que existimos, nos seduce y lleva al ser. Pero tras esta gramática y su conjuración sólo está le réel, es decir, la materia. Y la materia siempre amenaza con revelarse y así lo hace algunas veces en la mancha, el cadáver, la enfermedad, el olor, cuando rompe y sale fuera de todos los límites que la guardan y ocultan.

Como señaló Deleuze: “el cuerpo se esfuerza o espera escapar, no es que yo intente escapar de mi cuerpo, es el cuerpo mismo el que intenta escapar, como en el espasmo, toda la serie de espasmos pintada por Francis Bacon es de este tipo: amor, vómito, excremento, el cuerpo siempre intenta escapar por uno de sus órganos para reunirse con la  zona plana coloreada, con la estructura
material.”
 Resultado de imagen de francis bacon pintor

Tal vez sentimos el pánico estando enfermos y padecimos una terrible diarrea, nos pareció que todo se iba, que no quedaría nada, literalmente todo nuestro interior se deshacía.

Citando a Schelling: “lo indomable siempre yace en las profundidades como si pudiera volver a surgir en cualquier momento”. Deleuze llama a esa presencia indomable lo inorgánico, lo no pensado: “La vida inorgánica de las cosas, una vida terrible, que no sabe de la sabiduría ni de los límites del
organismo… Desde este punto de vista las sustancias naturales y las creaciones artificiales, los candelabros y los árboles, la turbina y los árboles no se diferencian. Una pared que está viva es terrible, los útiles, los muebles, las casas, también se inclinan, están ahí, yacen esperando o atacan.”

Así se revela el aparente nominalismo en nuestro afán por ordenar y clasificar, por analizar el mundo en términos reales, un ejemplo eminente es la abolición de las especies, de la que Jonas nos explica: “completa la liquidación de las esencias inmutables y significa por ello el triunfo final del nominalismo sobre el realismo que era el último refugio de la idea de especie natural”.

Formas, esencias, clases naturales, todo se desvanece. Despierta la amenaza ubicua del polvo, de la pura y simple materia. Como dice Badiou: “el vacío propio para la vida como muestra la muerte es la materia.” En otras palabras: “todo lo que está unido testifica que en su verdadero ser no lo está”.
La verdad de los seres, a saber la desunión de su naturaleza indomable, se refleja en el cuento de Edgar Allan Poe “Los hechos en el caso de M. Valdemar”. El carácter epónimo se levanta y dice: “Estoy muerto”, e inmediatamente se descompone. “Por Dios, ¡rápido!, ¡rápido!, llévenme a la cama o ¡rápido!, despiérteme, ¡rápido!, Le digo que estoy muerto”. El narrador continúa: “Sin embargo nadie estaba preparado para lo que realmente ocurrió… entre los balbuceos de ¡muerto! ¡muerto!
que salían de la lengua y no de los labios del paciente, en un momento y de una vez todo su cuerpo se vino abajo, en un minuto o incluso menos, se desmoronó y pudrió entre mis manos. Sobre la cama yacía una masa viscosa de una asquerosa y repugnante materia putrefacta.”

No es que lo material surja y rompa los recipientes que se le imponen desparramándose por el suelo. No. También esos recipientes revelan su materialidad y por lo tanto su mentira, no existen.

1 comentario:

  1. Muchas gracias por la dedicatoria, Ana. Lo he pillado. Pero no importa. Nada dice contra el amor -dejó escrito Machado- que lo amado no haya existido jamás. Nada dice tampoco contra el deseo, que su objeto sea inalcanzable, infinito. "Qué cansado de vivir y nunca de desear estoy" -proclamaba en su Cárcel de amores Diego de San Pedro. La existencia es un accidente de la esencia -exageran los idealistas-. Cada cuerpo, la expresión de un capricho divino. Y cierto idealismo nos resulta imprescindible, también epistémicamente, entre otras razones porque como dice el arranque del artículo de marras, cuanto más estudiamos la materia más reconocemos que depende de la forma.
    Hoy sería más sensato ser energetista que materialista. De todos modos, la materia sigue siendo "ese no sé qué" (materia oscura) del que refería Aristóteles que sólo es determinable por su estructura. Lo que percibimos son estructuras. Es más, parece que nuestra intención de percibir es la que colapsa la onda en partícula, por tanto, no hay realidad material sin eso tan etéreo que es la intención de una conciencia... Así que no te debe extrañar que sea el amor el que crea a y cree en la amada.
    Saludos

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