viernes, 13 de septiembre de 2013

SIMONE WEIL, EXIGENCIA DE VERDAD

Autora: Ana Azanza 


1. Notas biográficas
2. La cuestión problemática de la pertenencia
3. La cuestión de sus publicaciones
4. Compromiso político de Simone Weil
5. Desprenderse de lo que se es
6. Un desafío a la sabiduría de los filósofos


Escribo este post después de escuchar la entrevista a Stéphane Barsacq, autor de “Le ravissement de la raison” y de las lecturas que ya he realizado de y sobre Simone Weil.




En este largo vídeo, más de una hora, aparecen testimonios de familiares, sindicalistas, religiosos, filósofos, que conocieron a Simone Weil y de otros “afectados” póstumos por esta vida fuera de lo común.


Albert Camus fue su editor tras la segunda guerra mundial, apasionado por los escritos de Simone Weil lamentó no haberla conocido. En 1957 antes de ir a Estocolmo para recibir el premio Nobel de Literatura pidió a la madre de Simone entrar en el despacho de la filósofa para recogerse en él, como homenaje a la pensadora contemporánea que le había marcado más. Siendo una mujer extremista, ha conseguido unanimidad en la crítica por parte de autores tan diversos como Cioran, nihilista absoluto que se arrodilla ante esta figura, y André Breton que la ponía de ejemplo de mujer surrealista pues nada hay más surrealista, conociendo el percal, que el amor descomunal de Simone Weil por la humanidad.


  1. Notas biográficas

Personaje atípico, nacida en 1909 y fallecida a una edad fuertemente simbólica a tenor de su experiencia religiosa, 34 años, procedente de una familia judía y agnóstica, alta burguesía, recibió una educación de élite en las mejores instituciones de la capital francesa llegando hasta la Escuela Normal Superior. Hubo dos conversiones en su vida, 1929 en el momento de la gran crisis, descubre la injusticia social y se enrola en el sindicalismo. Pero no contenta con volverse del mundo intelectual al sindical, se hace obrera.
 En 1937 llega la conversión religiosa, descubre Asís y la espiritualidad franciscana, de plena actualidad precisamente en 2013.

Más tarde formará parte de la resistencia francesa a la ocupación nazi en Marsella, relacionándose y publicando en Cahiers du Sud, y acabará sus días trabajando en Londres para las oficinas del general de Gaulle allí refugiado. Morirá tuberculosa después de haber contraído la enfermedad por negarse a comer, como muestra de solidaridad con todos los hambrientos de la guerra. Su deseo hubiera sido participar en los combates, pero no se lo permitieron. Para entonces ya había tenido una corta experiencia en la columna de Durruti y también se la puede ver en el vídeo con su fusil al hombro en el frente de Cataluña. Desde allí escribió a Bernanos su experiencia del horror de la guerra en el frente republicano. Bernanos, escritor francés enrolado en el bando franquista que llevará hasta el final de su vida la carta de Weil en su cartera.

Todo lo que hizo Simone Weil está fuera de los cánones normales. Se hizo comunista pero antiestaliniana. En los años 30 esto era una rareza. Acogió a Trotsky y señora en su casa de la rue Auguste Comte en París, pero tampoco estaba de acuerdo con él. Discutía con el ruso, lo veía hombre de partido, ante la estupefacción de su esposa de ver a una joven tan osada haciendo frente al líder comunista. Simone Weil estaba con Bataille y Boris Souvarine, a la izquierda de la izquierda. Souvarine fue el primero en denunciar los crímenes de Stalin en 1935, un libro que fue rechazado por todo el mundo, y ya entonces la filósofa ponía en el mismo nivel los crímenes contra el pueblo de nazis y rusos. Antes de los procesos de Moscú, antes de la segunda guerra mundial, Simone Weil sabía lo que estaba pasando tanto en Alemania como en URSS y lo denunciaba por igual. No tuvo que esperar 15 años como la mayor parte de la opinión pública mundial para enterarse.

Sabía de las derivas de los comunistas, pero eso no la alejó del compromiso con la lucha política. Hoy cuando se dice que todo está podrido, esta lucha sostenida y en los hechos por la justicia social es un pertinente modelo frente a la comodidad en la que sesteamos. Nunca renunció a la acción política

Sí renunció a la comodidad. Primero a la comodidad de su bien ganado puesto en la universidad. Prefirió ser destinada a un liceo de provincias, para estar más cerca de los alumnos más desfavorecidos. Sacrificó su carrera y no contenta con eso, sus alumnas de Rouane, dan testimonio en el vídeo, la podían ver desfilar al lado de los obreros puño en alto en las manifestaciones del primero de mayo.

  1. La cuestión problemática de la “pertenencia”

Tras la experiencia alienante de la fábrica y del horror de la guerra civil española, hizo un retiro en Italia casi de manera casual, donde descubrió la lucha por la justicia en el plano religioso. La justicia universal está en la fe, y el cristianismo es la religión de los esclavos. De una forma lúcida y única reúne en sí las coincidencias del comunismo y el cristianismo en sus respectivos deseos de cambiar el mundo.

Sin embargo a pesar de que hubo quien intentó “apostolizarla” se resistió a entrar en la institución eclesiástica. Ve la iglesia como un monumento al poder, nada más lejano de sus inquietudes. Así lo confiesa en una carta a su amigo católico más conocido, el padre Perrin.

Este horror de la institución explica también porque siendo una mujer tan “mística y sobrenatural” jamás en mi anterior etapa biográfica supe de ella. Edith Stein, otra filósofa y mujer judía excepcional, era y es asimilable por el nacionalcatolicismo patrio, amantes del derecho canónico, al fin y al cabo entró en el “redil” de la iglesia visible, y además en el Carmelo. Simone Weil, resistente a toda etiqueta, se sitúa fuera de la ortodoxia, no interesa. Además fue militante comunista y sindicalista. Demasiadas manchas en el curriculum, por muy mística que fuera. El compromiso comunista, avatar número uno del marxismo, es también el enemigo número uno del catolicismo de esencias nacionales al que me refiero.

En realidad Simone siempre fue muy celosa de la libertad de pensamiento que se ve limitada por las “pertenencias”. Sea la pertenencia a un partido, a una iglesia…el colectivo acaba “comiéndose” el pensamiento individual. El pensamiento sencillamente proviene de la experiencia propia, no de las categorías aprendidas de otros.

En una carta al fraile dominico Perrin, sale al principio del vídeo, que esperaba que acabara recibiendo el bautismo vemos la distancia permanente de la filósofa respecto a todo lo que le importa. Como si “meterse” en algo implicara correr el riesgo de la superficialidad y la apariencia. Simone Weil quiso un cristianismo totalmente interior.

“Aunque me sea muy doloroso herirle le debo la verdad. Amo a Dios, a Cristo y la fe católica tanto como es posible para un ser tan miserablemente insuficiente. Amo a los santos, a través de sus escritos y relatos sobre su vida, a parte de algunos que no puedo amar plenamente ni mirarlos como santos (todos los santos no son amables por todos, ya lo explicóWilliam James). Amo a los 6 ó 7 católicos de espiritualidad auténtica con los que me he encontrado por azar a lo largo de mi vida. Amo la liturgia, los cantos, la arquitectura, los ritos y ceremonias católicas pero no tengo de ninguna manera amor a la iglesia propiamente dicha fuera de su relación con todas esas cosas que amo.
Sea lo que sea no se da un amor por propia voluntad, todo lo que puedo decir es que si este amor constituye una condición del progreso espiritual, lo que ignoro, o si forma parte de mi vocación, deseo que un día me sea otorgado.
Es muy posible que después de haber estado sin pensar en ello durante semanas, meses, años, un día sienta de pronto la intuición irresistible de pedir el bautismo inmediato. Iré corriendo a pedirlo, pues el camino de la gracia en los corazones es secreto y silencioso. Puede ser también que mi vida se acabe sin que jamás haya experimentado ese impulso, pero una cosa es totalmente segura es que si llega un día en que amo suficientemente a Dios para  merecer la gracia del bautismo, recibiré esa gracia ese mismo día, bajo la forma que Dios quiera. Sea bajo la forma del bautismo propiamente dicha o de cualquier otra forma. Por tanto ¿por qué preocuparme? No tengo que pensar en mí, tengo que pensar en Dios, Dios es quien tiene que pensar en mí.”

Carta de Simone Weil al P. Perrin, 1942


Mística radical puesto que nada debe venir de fuera, todo debe proceder de dentro. También Bernanos precisa en el “Journal d’un curé de campagne”, que el cura no quiso recibir la extremaunción ¿Qué aporta la extremaunción si todo es gracia?

Aquí vemos una purificación del “paganismo” o “idolatría” a la que se arriesga una religión especialmente basada en los ritos y prácticas. Simone Weil y el cura de Bernanos luchan por desligarse del pensamiento mágico, que consiste en atribuir poderes a signos y ritos y quedarse en ellos. La gracia no es la magia.

Simone Weil está pensando que el bautismo es una gracia que se recibe de todas formas si se ha llegado al punto en que es preciso recibirla. ¿Qué más da estar bautizado verdaderamente o pertenecer a una iglesia? Simone Weil se despega del confort que da la pertenencia a algo, el apoyo del grupo. Lo rechaza en su camino espiritual. Y ese rechazo es condición para emprender el mismo. Los místicos precisamente eliminan la magia de la religión. Apuntan a lo esencial y cuanto más radicalmente lo hacen como Weil más espirituales nos parecen y más difíciles de seguir. Sólo podemos admirar su decisión hacia lo “otro” que paradójicamente y en el caso de la Weil es notorio, los hacen mucho más de “aquí”, de la humanidad, de la tierra, de la gente, por muy vulgares que resulten todas estas palabras. Conozco pocos profesores y doctores en filosofía que abandonen la cómoda silla de la biblioteca y la cambien por un puesto en la cadena de montaje. En vez del puesto del obrero en la industria automovilística, ¿qué puesto ocuparía hoy esta filósofa atípica  y generosa? ¿Se cambiaría por uno de los tantos explotados del capitalismo financiero? ¿quizás una trabajadora en un taller textil de la India? ¿El subsahariano de la patera?
¿Se iría a un campo de refugiados en Siria?

  1. La cuestión de sus publicaciones

Barsacq precisa que la carta arriba citada fue escrita en el momento en que se va a Nueva York, es casi un testamento. Su corresponsal, el padre Perrin fallecido en 2002  era un dominico ciego, que durante la segunda guerra mundial,  salvó a miembros de la resistencia francesa y a judíos que le deben la vida. Murió en 2002, no sin antes haber publicado las cartas de Weil.

Ella no publicó una línea durante su vida, todos sus escritos fueron conocidos tras su muerte y esto llevó a muchos problemas de interpretación puesto que Simone Weil se hizo un nombre gracias a “La gravedad y la gracia” editado por Gustave Thibon en 1948.

Gustave Thibon, fallecido en 2001, fue un filósofo cristiano autodidacta y próximo ideológicamente al Front National de Le Pen. Agricultor en Ardèche acogió a Simone Weil durante la guerra como obrera agrícola en su propiedad. También aparece en el vídeo. Sin su ayuda Simone hubiera sido detenida y hubiera vivido la suerte de tantos de sus correligionarios. Cuando se marcha de Francia, Simone confió sus cuadernos a su “salvador”. Tras la muerte de la filósofa Gustave Thibon escoge textos de los cuadernos y de ahí saldrá “La gravedad y la gracia”. Es el gran libro de Simone Weil que en realidad no es suyo, sino de su protector. La editorial Gallimard remedia a este hecho publicando los manuscritos tal cual fueron dejados por su autora. Quien quiera puede entretenerse en calibrar si la selección de Gustave Thibon deformó o no el sentido de los escritos. Hay una parte del libro que trata del judaísmo en el que se podría pensar que el texto ha sido orientado por el propio Thibon. No dispongo ahora de “La gravedad y la gracia”, no puedo comprobar dicho “antisemitismo”, es delicado pensar que Simone Weil hiciera afirmaciones antisemitas, aunque he visto que hay quien la considera como tal.

Antes de que se publicaran los cuadernos originales los estudiosos debatían sobre lo que estaba publicado ¿quién era Simone Weil en realidad? Las gentes de izquierda la veían como una militante traidora, al fin y al cabo por ahí empezó su trayectoria intelectual y vital. Los católicos que pensaban en ella, que no eran todos, la veían como una judía que no llegó a convertirse, bajo el mismo epígrafe que Bergson. Los judíos como una desertora del judaísmo, los de izquierda la veían muy a la derecha y los de derecha muy a la izquierda…la niebla se cernía sobre su figura. Cada cual la quería para su parcial batalla ideológica, y es de esos personajes inclasificables. Simone Weil no estaba hecha para las estrecheces del debate entre partes. Es destacable su genio para atravesar todas las contradicciones de las luchas humanas demasiado humanas, y hacer realidad lo que otros hacen en la teoría, el más allá de la contradicción.


  1. Compromiso político de Simone Weil

Bella ciao es un himno de izquierdas que hace eco al compromiso político de Simone Weil y a su pasión por la expresión popular. No se puede entender su compromiso religioso sin su compromiso político. Mujer de elevada cultura que siempre quiso estar cerca de los demás, apasionada por lo popular. Le gustaban el fado o el gospel como expresión de una cultura espontánea del pueblo.

Aparte de su experiencia laboral en la cadena de montaje, y de haber dado todo su salario al sindicato para que se ayudara a los obreros en paro, escribió reflexiones sobre el trabajo. La diferencia de Weil con los demás pensadores marxistas es que Simone Weil fue obrera en una fábrica de componentes para tranvías. Probó la alienación del trabajo en cadena, que le hizo sentir como un objeto. Supo en carne propia lo que significa perder la propia identidad en ese trabajo, una violencia que muchos trabajadores en el mundo siguen viviendo actualmente aunque ya no se habla tanto de ello. Escribió: “La renovación espiritual será o no será a través del trabajo”. Se puede medir el grado de barbarie de la sociedad en relación a las condiciones de trabajo, cuanto más violentas son, más difícil es la posibilidad de que las personas y la sociedad se “cumplan” como tales.
También san Benito había hecho una regla para sus monjes que unía trabajo y oración. El trabajo tenía que ser el lugar de “realización” interior.

El paro que hoy azota a nuestro país no es sólo un drama económico que contemplar, sobre el que hacer estadísticas y del que lamentarse. Es una tragedia humana, de consecuencias empobrecedoras que van más allá del simple no tener dinero para sobrevivir. En este texto de “L’enracinement” habla del trabajo como asunción de responsabilidades:

“La iniciativa y la responsabilidad, el sentimiento de ser útil, indispensable son necesidades vitales del alma humana. La privación completa en relación a esto es el caso del parado que necesita ser socorrido para poder comer, vestirse y tener donde vivir. No es nada en la vida económica. La papeleta de voto que constituye su participación en la vida política no tiene sentido para él. El obrero manual está en una situación apenas mejor, la satisfacción de sus necesidades exige que un hombre tenga que tomar a menudo decisiones que crean problemas grandes o pequeños que afectan a intereses ajenos a los suyos, pero por los que se siente comprometido.
Tiene también que proporcionar esfuerzos continuos, hace falta que pueda apropiarse por el pensamiento de la obra entera de la colectividad de la que es miembro, en ámbitos en los que no tiene ni decisiones que tomar ni opiniones que dar.”

En cuanto a su modo de ganarse la vida, hay que decir que fue profesora durante cierto tiempo, luego renunció y vivió de lo que pudo. Comprometiéndose en diferentes causas, la guerra civil española, la resistencia francesa… Mostraba una relación despegada del dinero y los bienes materiales. También en el documental del principio se habla de que siempre rechazó la comodidad mínima en los lugares en los que vivió.

  1. Desprenderse de lo que se es

En nada reluce tanto la “vida filosófica” de Simone Weil como en su renuncia no sólo al confort sino a todo lo que eran dones de la naturaleza, de su nacimiento o logros de su inteligencia. Vivió en un despego total, practicó una ascesis voluntarista, cualquier cosa que recibía la daba.

Tenía un estatus de intelectual, quiso hacerse obrera.
Procedía de un medio burgués, se hizo sindicalista.
Era judía, se distanció del judaísmo.
Era “mona”, se hizo fea por muy estrafalario que parezca.
Tenía la posibilidad de llevar una vida cómoda, se empeñó en vivir sin nada.
Tuvo la posibilidad de huir y vivir tranquilamente en Estados Unidos durante la segunda guerra mundial, pero quiso compartir el destino de los más golpeados por el conflicto.
¿Por qué desprenderse de lo que se tiene? ¿Nos pide la ética que renunciemos a nuestra identidad? ¿Debemos dejar de lado lo que tenemos por nuestra cultura, por herencia? ¿Es posible distanciarse de lo que se es?

La respuesta de Simone Weil está en la responsabilidad. Yo misma tal cual soy no existo sin los demás, puedo aprovecharme del otro y aplastarlo, o puedo pensar que tengo suerte y que el que está en situación de mayor precariedad debe esperar de mí lo que puedo darle. Esa renuncia continua es en realidad la práctica ética llevada a su extremo. Y era lo que  ponía nervioso a Trotski que si hemos de creer la tradición oral, le dijo que lo suyo era el Ejército de Salvación.

Pero la pregunta persiste, si una mujer es guapa ¿por qué tiene que ser fea? ¿qué aporta el “afearse”?
Simone Weil no quería ser juzgada por esos atributos, no quería ser juzgada por características pasajeras y finitas o superficiales.

Junto con la responsabilidad por la suerte de todos los demás, está el sentido del compartir, no limitarse a lo que se tiene sino compartir.
La renuncia es el signo manifiesto del puro amor.




En “La gravedad y la gracia” explica que el amor no puede alcanzarse más que por la renuncia al amor. No se alcanzan las cosas más que renunciando a ellas. Hay que pasar por el desierto para llegar. Cuando se obtienen las metas, los premios, las glorias sin trabajar por ello, en realidad no se tiene nada.

Es la mejor explicación que he encontrado al vacío que deben sentir algunas personas que estando en la cumbre se suicidan o cometen el error de adquirir una adicción, o van “trincando” todo lo que pueden de las administraciones públicas. Si alguien muy conocido vive en la abundancia y el lujo “reales”, ¿por qué robar cuándo se tiene todo y más que todo asegurado para uno mismo y la siguiente generación?

También para llegar a la amistad, Simone Weil la exalta y luego a renglón seguido escribe que se consigue la amistad cuando se ha renunciado a la amistad. La amistad en un primer nivel es afecto por alguien pero también necesidad. Si tengo un amigo por necesidad del otro no estoy en lo verdadero ni en lo justo. He de renunciar a los fantasmas de la riqueza, de la amistad, de la belleza. Quiere renunciar a la representación fantasmagórica de las cosas, de los bienes terrestres. Apegados a belleza, dinero, posición social, estudios y diplomas estamos apegados a ilusiones. Por eso no llegamos a la realidad de las cosas, del conocimiento, del amor, de la pobreza en su sentido más pleno y hacemos apaños que nos acomodan y nos hacen tener buena conciencia.

Desprendimiento del amor y la amistad:

“El amor es un signo de nuestra miseria, Dios no puede amarse más que a sí mismo, nosotros sólo podemos amar otras cosas, no hemos de amar a Dios porque él nos ama, debemos amarnos a nosotros porque él nos ama. ¿Cómo amarse a sí mismo sin ese motivo? El amor de sí mismo es imposible al hombre sino es por ese desvío. El amor sobrenatural no toca a las criaturas y no va más que a Dios. El no ama a las criaturas más que como intermediarias. ¿Qué más tenemos que amar? Por eso ama todas las criaturas, sí mismo incluido. Amar a un extraño como sí mismo implica como contrapartida amarse a sí mismo como a un extraño.
Amor puro a las criaturas, no amor en Dios sino amor que ha pasado por Dios como por el fuego, amor que se separa completamente de las criaturas para subir a Dios y volver a bajar, así el amor creador de Dios
Así se unen los dos contrarios que desgarran el amor humano: amar al ser amado como es y a la vez querer recrearlo.

Rechazar la amistad o más bien el sueño de la amistad, desear la amistad es una gran falta, la amistad debe ser una alegría gratuita como la que da el arte o la vida. Hay que rechazarla para ser digno de recibirla. Está en el orden de la gracia. Es de las cosas que son dadas por añadidura. Todo sueño de amistad merece ser roto. Pero es inútil intentar pasar sin la virtud inspiradora de la amistad. Lo que debe prohibirse es soñar con el disfrute del sentimiento, es corrupción, y es tan tonto como soñar con la música o la pintura. La amistad no se deja despegar de la realidad, tampoco lo bello. La amistad constituye un milagro como lo bello. Y el milagro consiste simplemente en el hecho de que existe. Con 25 años ya es momento de acabar radicalmente con la adolescencia.”


  1. Un desafío a la sabiduría filosófica
Agnus Dei de Bach, Misa en si menor por Alfred Deller.

Cantante inglés genial, Deller, hombre de profunda fe, no quiso combatir en la guerra, por lo que como objetor de conciencia fue enviado a cultivar en Kent. El mismo lugar en que morirá Simone Weil.  La autora de “La gravedad y la gracia” y el cantante que encarnó la gracia por encima de los demás estuvieron cerca uno de otro sin saberlo.

Simone Weil interpela el sentimiento de espiritualidad estoico, senequista, espinosiano de aceptar la vida como es y como viene, de consentir a la existencia, aceptemos fealdad, pobreza o riqueza, aceptemos lo que somos. Espinosa, Marco Aurelio, Epicteto, Séneca nos enseñan que se puede encontrar la felicidad aceptando lo dado por Dios, por la providencia, por la vida según las creencias de cada cual, tenemos algo que hacer a través de lo que nos es dado como un destino, nuestro cuerpo, rostro, dones, inteligencia, belleza. A los ojos del sabio antiguo o el sabio socialmente situado, la propuesta weiliana es sospechosa de extremista. ¿Cómo aceptarla?

Es normal y lógico pensarlo, ¿si una es guapa y lista por qué disimular? Pero es el interés de Simone Weil. Dice cosas que nos chocan. Más allá de la sorpresa, algo se remueve dentro ante su radicalismo espiritual. Leemos muchos libros dentro del marco de lo convencional, lo correcto, lo políticamente aceptable, con sólo leer el título ya se sabe de antemano lo que nos van a contar.

Simone Weil nos zarandea en cada una de las líneas que escribe. Nos obliga a replantearnos la vida. Merece la pena leerla no tanto por las respuestas, cuanto por las preguntas que no deja de provocar. Es un revulsivo que facilita el mandato kantiano de no aprender filosofía sino aprender a filosofar.

Muchos de sus textos los escribió para sí misma, son confidencias que se hace a sí misma tras un día de trabajo. Vive sus convicciones de forma radical, y ese radicalismo en lo que hace nos pone delante las insuficiencias de nuestras vidas cómodas y estrechas.

Por eso se entiende que su posición en las discusiones fuera exasperante, situada siempre en otro plano con respecto a lo convencional bien pensante, a la racionalidad más o menos compartida. El rechazo de lo que los demás nos dicen se puede hacer imponiéndose a él, con la violencia, aplastándolo, humillándolo. Pero Simone Weil nos lanza al debate no a través de la violencia, no en nombre del poder, sino en nombre de una exigencia mayor de verdad.


En este último vídeo se pueden ver testimonios de los que la han leído y se han sentido “boulversés” por Simone Weil, fotografías, los textos de su puño y letra y la raíz de todo lo que dijo e hizo: su empatía con el sufrimiento del mundo.




3 comentarios:

  1. Me has obligado a releer mis notas y sus textos, los q conservo de esta filósofa singular con tu entusiasta entrada, Ana...
    Ese gran espíritu, ¿no le faltó el respeto al cuerpo? Tal vez Epícteto, pero tbn. Plotino.

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  2. La vida que pasa es una falta de respeto al cuerpo, el trabajo físico es otra gran falta de respeto al cuerpo. Es la parte del primer vídeo que he puesto que más me impresiona, cuando relata su experiencia en la fábrica de componentes para tranvías, (min. 22) cuando describe en qué consistía su trabajo, alienante, esclavizante, agotador, de la mañana a la noche ante un horno soportando temperaturas, teniendo cuidado de que las bobinas no se caigan en el fuego porque se derretirían, y que el calor del horno y el dolor en los brazos no le lleve a hacer un movimiento en falso.
    También maltratamos el cuerpo cuando por un trabajo intelectual demasiado intenso no lo activamos pero es de otra manera. No nos damos cuenta, yo al menos no mucho, de lo que son esos trabajos físicos de los obreros manuales, lo que desgastan y embrutecen. Ella lo probó después de haberse dedicado a los libros

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  3. "Ganarás el pan con el sudor de tu frente". La maldición bíblica tiene un profundo sentido, tanto antropológico como metafísico. Desarrollamos para sobrevivir una autoridad interna (el "espectador imparcial" de Adam Smith, o "el otro generalizado" de Mead, o el "super-yo" de Freud, la voluntad de Schopenhauer, o el espíritu -Geist- ,llámalo como quieras) que disciplina al cuerpo para su supervivencia, le dice no (noluntad) a sus reacciones espontáneas, que contiene, con vistas al futuro, a la provisión de recursos, el trabajo es esa ansiedad contenida de que hablaba Hegel. El animal previsor es el animal proveedor. Si hiciéramos caso al cuerpo y sus deseos no seríamos otra cosa que animales. No puedo estar de acuerdo con Spinoza, por tanto, cuando afirma que la esencia del hombre es el deseo, esa no es más que su esencia animal. El espíritu sopla contra o frente a la Naturaleza (como dice Settembrini, el humanista de La Montaña Mágica, a cuya filosofía me referiré en breve en este blog).

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